CAÍDA LIBRE

Hay heridas tan profundas que no se curan ni con el tiempo, que siempre duelen en algún momento del día, que nos hacen recordar, y por eso acudimos a la distancia como una medicina…

A veces, hasta las mejores personas tomamos decisiones precipitadas, malas decisiones que sabemos vamos a lamentar en ese instante o en algún momento, en ocasiones a la mañana siguiente, tal vez no profundamente porque logramos experimentar algo, pero aún así, algo en nuestro interior decide cometer una locura, algo que sabemos podría voltearse en contra nuestra y atormentarnos, aún así, lo hacemos de todos modos.

Por mucho que lo intentemos no podemos escapar de nuestro Karma, nos sigue a nuestra casa, nos persigue por la habitación, nos despierta en la cama; y no nos podemos quejar del Karma porque no es injusto ni inesperado, sólo equilibra la balanza… Y aún cuando estamos a punto de hacer algo que sabremos que el Karma volverá en contra nuestra, como sea, lo hacemos.

Pienso que no existe eso que llaman una persona adulta, crecemos, nos mudamos de casa, lejos de nuestra familia para formar la propia, confiamos y caemos, nos levantamos y continuamos porque tenemos la esperanza, y contra toda lógica, contra toda experiencia… Como niños no renunciamos a la esperanza.

La verdad es dolorosa, por eso mentimos y nos conformamos con una realidad que no podemos o nos atrevemos a abandonar.

Dejar las viejas costumbres, los viejos recuerdos, lo importantes es no dejar de creer que podemos comenzar de nuevo, pero también es importante recordar que entre todo lo malo hay algunas cosas a las que vale la pena aferrarse, intentarlo de nuevo.

Tarde o temprano ya no podemos negar una situación y debemos enfrentar al mundo directamente y con todas las armas. Negar algo no se asemeja a un río, es un enorme océano, donde muchas veces no podemos evitar ahogarnos en él.

A los escritores nos obsesiona tener el control, con una pluma en la mano te sientes invencible, no existe el temor, no existe el dolor, te sientes gigante y poderoso, hasta que sales de la redacción y toda esa perfección, todo ese control preciso se viene abajo… A nadie le gusta perder el control, pero como escritor no hay nada peor, es señal de debilidad, de incapacidad para cumplir, y aún así hay ocasiones en las que se nos escapa, cuando el mundo deja de girar y uno de da cuenta de que la brillante pluma no nos va a salvar. Sin importar lo mucho que se esfuerce uno cae y es aterrador, exceptuando que hay una ventaja en la caída libre, la oportunidad que le damos al aire de volver a volar y en algún momento del vuelo poder contemplarla a lo lejos.