Abracemos el cambio antes de que nos deje atrás

Grinch Godin Hartado

Por Adriana Alanis

Hace poco más tres años, muchos negocios en Yucatán y en todo el país tuvieron que bajar sus cortinas. No fue solo la pérdida de un local o de un empleo: fueron sueños que se apagaron, patrimonios que se esfumaron y familias enteras que tuvieron que replantear su manera de sobrevivir. La pandemia nos sacudió sin pedir permiso y, aunque dejó cicatrices, también abrió una puerta enorme: la posibilidad de reinventarnos.

La realidad es clara: todo cambió. La forma de trabajar, de comprar, de relacionarnos… hasta nuestros hábitos más pequeños dieron un giro inesperado. Y si algo ha quedado demostrado, es que el liderazgo también necesita evolucionar. Ya no basta con dirigir desde la costumbre; hoy se trata de abrazar lo desconocido con la valentía de quien sabe que el cambio es inevitable. Resistirse es inútil: tarde o temprano, llega y nos obliga a movernos.

En un taller reciente, lo confirmé de primera mano: a través de dinámicas, los participantes descubrieron que cambiar no tiene que ser una tortura. Sí, da miedo, sí, incomoda… pero también puede ser divertido, inspirador y profundamente transformador. Lo curioso es que, aunque sabemos que el cambio trae beneficios —ahorrar tiempo, mejorar procesos, fortalecer relaciones—, solemos boicotearnos con frases como: “¡híjole, así me lo sé!” o “mejor malo por conocido que bueno por conocer”. Ese conformismo es el enemigo número uno de cualquier organización que aspire a crecer.

Como empresario, profesionista o emprendedor, el cambio no es opcional: es tu boleto para sobrevivir y destacar. Esperar a que “todo vuelva a la normalidad” es condenarse a quedarse atrás. Piensa en tu vida: cada etapa te ha exigido transformarte, desde la escuela hasta ese empleo que tanto deseaste o la enfermedad que te obligó a cambiar hábitos. Lo has hecho antes, lo puedes volver a hacer.

Así que, si te cachas siendo el “grinch del cambio”, o si en tu equipo siempre hay alguien que bloquea las nuevas ideas con un “eso no se va a poder”, es momento de replantearlo. Reconcíliate con el cambio. Hazlo a tiempo y, si es posible, hazlo con una sonrisa. Porque al final, lo único constante es que siempre estaremos en movimiento.

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