🤔 ¿Doy lata o no? La verdad detrás de la conducta del apego

Por Kazumi Murata

Cuidarse también implica dejarse ayudar

Hace poco más de tres semanas me operaron. El diagnóstico fue claro: cuatro semanas sin mover los brazos ni cargar nada. En los primeros días, el mismo dolor se encargaba de recordarme que no podía moverme. Pero conforme fue bajando, mi cuerpo empezó a “olvidar” las restricciones y tuve que amarrarme un listón alrededor de los brazos para no pasarme de listo. Sí, literal, un recordatorio físico de mis propios límites.

De pronto, actividades tan simples como lavarme el cabello, abrir la puerta del refri, abrocharme el cinturón o vestirme se convirtieron en misiones imposibles sin ayuda externa. Y ahí descubrí dos grandes lecciones que quiero compartir contigo: la paciencia y la manera de pedir ayuda.

🙏 Lección 1: La paciencia

La paciencia juega en dos bandos: el mío y el de mi familia.

Por un lado, yo debía aprender a esperar a que alguien me peinara, me trajera un té (a veces con una hora de retraso) o me cambiara las gasas. Sí, incluso a dormir resignado con el cabello sucio porque “hoy no tocó lavado”.

Por otro lado, estaba la paciencia infinita de mi esposo, mis hijos y hasta la nanita —que en este periodo se volvió más mía que de los niños— para atender cada una de mis necesidades.

Y claro, entre tanta seriedad también hubo espacio para reírnos: desde dejarme las servilletas a centímetros de donde no podía alcanzarlas, hasta peinarme al estilo “muñeca del Juego del Calamar”. ¡Humor de supervivencia en toda regla! 😂

🤝 Lección 2: Pedir ayuda de forma sana

Aquí vino el verdadero reto. Al principio, mis frases eran del tipo:

• “Perdón la lata, pero ¿me podrías pasar…?”

• “Cuando puedas, ¿me ayudas con…?”

Hasta que un día mi esposo, con su estilo práctico, me soltó:👉 “Kazumi, pídelo directo. Nada de tanto rollo. Di: ¿me pasas los kleenex, por favor? ¡Listo!”.

Y fue como un balde de agua fría: me di cuenta de que pedía ayuda desde la pena y la culpa, como si ser atendido fuera sinónimo de molestar. En realidad, estaba jugando inconscientemente el papel de víctima.

📖 Apego vs. Conducta de apego

Aquí entra la teoría. En Semiología de la Vida Cotidiana® hacemos una distinción clave:

• Apego: Es llenar la famosa Huella de Abandono, ese vacío interno. Quitar un apego duele porque implica desprenderse de una subordinación psicológica. El apego genera culpas, rencores y codependencia.

• Conducta de apego: Según John Bowlby, psiquiatra inglés, es pedir ayuda de manera sana y temporal. Vas al médico cuando enfermas, llamas al jardinero cuando el pasto crece, o simplemente pides que te peinen cuando no puedes mover los brazos. Reconoces que alguien tiene más capacidad en ese momento y confías en él.

La diferencia es sutil pero crucial: uno te hunde en la dependencia, el otro te sostiene mientras recuperas tu fuerza.

🌱 Mi aprendizaje

Este proceso me enseñó que cuidarme también implica dejarme ayudar, pero desde un lugar sano, no desde el berrinche ni la autocompasión. Aprendí que pedir apoyo directo, claro y con gratitud cambia todo: me hace sentir mejor a mí, y también a quien me ayuda.

Porque al final, amarme significa aceptar que no puedo con todo y que está bien pedir apoyo.

💡 Y ahora te pregunto a ti

¿Desde dónde prefieres pedir y que te pidan ayuda? ¿Desde la pena, el berrinche y la culpa… o desde la confianza, la claridad y el amor propio?

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