¿Eres mal jefe… o simplemente no tienes las herramientas correctas?
- Mariano Hernández
- 29 sept
- 2 Min. de lectura
Por Adriana Alanis, coach

¿Cuántas veces hemos escuchado la frase: “la gente no renuncia a su trabajo, renuncia a su jefe”? Seguro más de una. Incluso se ha convertido en un mantra viral en redes, en conferencias y hasta en talleres de liderazgo. Y aunque tiene algo de verdad, también hay que decirlo: no siempre es tan simple.
Porque, seamos sinceros, ¿realmente crees que alguien se despierta por la mañana pensando “hoy voy a amargarle la vida a mis empleados”? La respuesta es obvia: nadie. Lo que suele ocurrir es algo mucho más común y, al mismo tiempo, más complejo: no todos los jefes cuentan con las herramientas necesarias para liderar. Y eso no los convierte en “malos”, sino en personas que necesitan aprender un nuevo set de habilidades.
El ejemplo del pastelero que se convirtió en jefe
Imagina a un pastelero. Es un genio haciendo pasteles: recetas únicas, decoraciones espectaculares, sabores que enamoran. Un día decide abrir su propia pastelería y, como todo buen emprendedor, se convierte en todólogo: compra ingredientes, atiende clientes, hace entregas, maneja redes sociales, lava trastes y hasta barre el local. Todo va bien, hasta que su negocio crece y necesita formar un equipo.
Y aquí llega el quiebre: ese pastelero es un artista de la repostería, pero nadie le enseñó a gestionar personas, motivar colaboradores o resolver conflictos internos. Así que no es que sea un mal jefe, es que sigue aplicando herramientas que no sirven para esta nueva etapa. Y lo mismo pasa con médicos, ingenieros, diseñadores o vendedores que un día ascienden a jefes.
El mito del “jefe todopoderoso”
Existe un paradigma dañino que sigue rondando en muchas empresas: creer que el jefe debe ser el más sabio, el más fuerte y el que nunca se equivoca. Pero esa idea, lejos de fortalecer, desgasta.
Un verdadero líder entiende que pedir ayuda no lo hace débil, sino valiente. Reconocer que no tiene todas las respuestas, abrirse a capacitarse y trabajar sus puntos débiles es lo que lo lleva a crecer junto con su equipo. Porque el liderazgo no se trata de saberlo todo, sino de crear un ambiente donde todos puedan brillar.
De jefe a líder
Lo cierto es que el liderazgo no se hereda con un ascenso ni con un puesto. Se aprende, se entrena y se perfecciona. Por eso es vital que más empresarios y emprendedores entiendan que liderar no es mandar, es inspirar.
Y aquí hay algo poderoso: cuando un jefe deja de querer ser “el que todo lo sabe” y empieza a construir desde la humildad, no solo su empresa crece, también mejora su salud emocional, su clima laboral y hasta los resultados financieros.
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